Una dieta preagrícola promete más que los inmunomoduladores en la esclerosis múltiple y otras enfermedades neurodegenerativas

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Resonancia magnética de médula espinal cervical mostrando zonas blancas hiperdensas compatibles con esclerosis múltiple.

La esclerosis múltiple es una enfermedad neurodegenerativa autoinmune desmielinizante del sistema nervioso central que afecta al cerebro y a la médula espinal. Autoinmune significa que en el organismo las defensas que normalmente nos protegen de las infecciones se confunden y atacan los propios tejidos del paciente. Según los doctores Ricardo Buzó y Jorge Correale, expertos en esta enfermedad, “lo que atacan en la esclerosis múltiple es la mielina, que es como el recubrimiento de goma de un cable. En esta analogía la goma está hecha de grasa. Cuando se pierde la mielina, se producen dos fenómenos: se conduce más lentamente el impulso y se da un cortocircuito, porque la información viaja por donde no tiene que viajar.”

Una de las formas de esclerosis múltiple, que equivale a casi el 70% de los casos, es la forma por recaídas o remisiones que pueden ser muy polifacéticas. Puede ser un único síntoma o varios. Uno de los más presentes es el dolor ocular y pérdida de la visión, en general de un solo ojo. Los otros síntomas frecuentes son los sensitivos y motores. A veces aparecen trastornos del equilibrio.

La esclerosis múltiple podría progresar de forma constante o podrían presentarse ataques agudos, seguido de una remisión temporal de los síntomas.

Como consecuencia del ataque a la mielina, los enfermos de esclerosis múltiple (EM) entonces sufren de espasticidad muscular, dolores fuertes, debilidad muscular, desequilibrio o pérdida de la coordinación, escalofríos, pérdida de la visión y dificultad para conciliar el sueño.

A través de una resonancia magnética del cerebro y en ocasiones de la médula, se suelen visualizar múltiples focos de desmilinización parcheados que son altamente sugestivos de EM.

La EM tiene una incidencia en España en uno de cada mil habitantes, afecta a más de 400.000 personas en América del Norte y aproximadamente 2.5 millones de personas en todo el mundo. En su origen, que se sigue investigando, confluyen factores genéticos, hereditarios y ambientales. Por ejemplo, la EM tiene una frecuencia más alta en zonas templadas. También es más frecuente en las culturas donde el trigo y el centeno constituyen la alimentación de base. Varios paleopatólogos nos dicen que los trastornos autoinmunes no parecen haber perjudicado a los seres humanos antes de la adopción del modo de vida agrícola. A continuación, veremos algunos de los razones del porqué el estilo de vida agrícola pareciera fomentar enfermedades autoinmunes como la EM.

Neurogluten y antinutrientes

El gluten es un conjunto de proteínas de pequeño tamaño, contenidas en la harina de los cereales de secano, fundamentalmente el trigo, pero también la cebada, el centeno y la avena, o cualquiera de sus variedades e híbridos (tales como la espelta, la escanda, el kamut y el triticale). El gluten está compuesto por prolaminas y glutelinas. Representa el 80-90% del total de las proteínas del trigo.​ Es apreciado por sus cualidades viscoelásticas únicas, que aportan elasticidad a la masa de harina, lo que permite que junto con la fermentación el pan obtenga volumen, así como la consistencia elástica y esponjosa de los panes y masas horneadas.

El Dr. Rodrigo, experto en Celiaquía y Profesor Emérito de la Universidad de Oviedo, afirma que el gluten por sí solo es capaz de inflamar y lesionar algunas zonas de nuestro cerebro dando lugar a la aparición de diversas enfermedades neurológicas, que van desde la ataxia, las migrañas, la esclerosis múltiple, las polineuritis y la epilepsia, así como el síndrome de Tourette.

Según el Dr. Rodrigo, muchos pacientes con esclerosis múltiple son también celiacos que además de esta enfermedad (EM) presentan molestias digestivas asociadas, tales como dolor abdominal recidivante, a veces también con diarreas, o por el contrario con estreñimiento, dermatitis, anemias. En su experiencia muchos pacientes de EM mejoran con dieta sin gluten, estabilizan la enfermedad y experimentan una mejoría progresiva del estado general de la enfermedad. Es un tratamiento coadyuvante dietético que vale la pena considerar y con el que hay que ser muy constantes porque hoy en día el tratamiento a base de inmunopresores no es eficaz y tiene muchos efectos secundarios. En algunos casos funciona muy bien, en otros no, lo que sí es seguro es que no causa daño, así que vale la pena probar este tratamiento durante un tiempo razonable (se recomienda que sea al menos durante un año). Hay mucho que ganar y nada que perder.

Y no solo el gluten de algunos granos podría ser problemático en personas vulnerables. Según esta nota de prensa del 2016:

Los inhibidores de la amilasa y la tripsina (ATI) son una familia de proteínas que, como el gluten, se encuentran en el trigo. Unos ATI que, tal y como sucede con el gluten en las personas celiacas, pueden desencadenar una reacción inmune con consecuencias muy molestas e, incluso, ciertamente graves. De hecho, numerosas investigaciones han sugerido que estos ATI podrían encontrarse detrás de la sensibilidad al gluten no celiaca, enfermedad asociada con los síntomas, tanto gastrointestinales como extradigestivos, típicos de la celiaquía y que padece hasta un 5-10% de la población. Pero aún hay más. Como muestra un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad Johannes Gutenberg en Maguncia (Alemania), los ATI son responsables de la aparición de la inflamación en numerosas enfermedades crónicas, caso de la esclerosis múltiple, el asma o la artritis reumatoide.

Como explica Detlef Schuppan, director de esta investigación presentada en el marco del Congreso Europeo de Gastroenterología 2016 (Viena, Austria), «además de contribuir al desarrollo de enfermedades inflamatorias relacionadas con el intestino, creemos que los ATI pueden promover la inflamación en otras enfermedades crónicas fuera del tracto digestivo. Esperamos que nuestro trabajo derive en una recomendación que aconseje una dieta libre de ATI para ayudar a tratar una variedad de trastornos inmunes potencialmente graves».

Por lo general, la mayoría de estudios se han centrado en el gluten y su impacto sobre la salud digestiva. Sin embargo, y si bien constituyen únicamente el 4% del total de las proteínas que se encuentran en el trigo, cada vez hay más trabajos sobre los ATI. No en vano, las evidencias alcanzadas hasta el momento, ahora confirmadas, sugerían que el consumo de ATI puede provocar el desarrollo de inflamación en tejidos distintos del intestino, caso de los ganglios linfáticos, los riñones, el bazo e, incluso, el cerebro.

Y exactamente, ¿qué supone esta inflamación para los pacientes con enfermedades autoinmunes? Pues un notable empeoramiento de los síntomas de su patología, entre otras la esclerosis múltiple, el lupus, el asma, las enfermedades inflamatorias intestinales – colitis ulcerosa y enfermedad de Crohn – , la artritis reumatoide y la esteatosis hepática no alcohólica – el consabido ‘hígado graso’.

Como refiere Detlef Schuppan, «nuestros resultados demuestran que los ATI presentes en el trigo, que también están contaminando los alimentos comercializados con gluten, activan algunos tipos de células inmunes específicas tanto en el intestino como en otros tejidos, empeorando así, cuando menos de forma potencial, los síntomas asociados a las enfermedades inflamatorias pre-existentes».

La sensibilidad al gluten no celiaca fue descrita por primera vez en los años ochenta. Sin embargo, y a pesar del tiempo discurrido, es muy poco lo que se sabe sobre esta enfermedad. De hecho, su diagnóstico se establece por un mero descarte. Y es que dado que todavía no se ha identificado ningún marcador que posibilite la identificación de los afectados, el diagnóstico se establece cuando los pacientes, si bien manifiestan los síntomas típicos de la intolerancia al gluten, no padecen ni celiaquía ni alergia al trigo.

Concretamente, la sensibilidad al gluten no celiaca se asocia con síntomas gastrointestinales como diarrea, dolor e hinchazón abdominal. Y asimismo, con síntomas no digestivos como las jaquecas, la fatiga, el eczema y los dolores articulares. Es decir, con las manifestaciones asociadas a la enfermedad celiaca. Tanto es así que el tratamiento también consiste en seguir una dieta libre de gluten, lo que mejora, y mucho, la sintomatología.

Como indica Detlef Schuppan, «los ATI podrían contribuir al desarrollo de la sensibilidad al gluten no celiaca. El tipo de inflamación intestinal que hemos visto en estos pacientes difiere de la causada por la celiaquía…».

Infecciones latentes

Entre otros de los factores ambientales se encuentra la influencia del virus del herpes simple. Un equipo internacional de virólogos coordinados desde el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (CBMSO) ha mostrado cómo el virus herpes simple puede infectar las células que producen la mielina, los oligodendrocitos.

El virus herpes simplex es un patógeno humano muy común y va directamente en contra del ADN mitocondrial. Afortunadamente, una dieta restringida en hidratos de carbono y poco antigénica ha mostrado ser beneficiosa para combatir infecciones y proteger el sistema nervioso central de enfermedades.

Otro de los agentes implicados en la EM es el virus Epstein Barr, agente causal de la mononucleosis infecciosa.

Vitamina D, otros nutrientes y disfunción mitocondrial

El déficit de vitamina D es otro de los factores identificados en la EM, así como la toxicidad del aspartamo, un edulcorante artificial utilizado en la comida preparada. Es así como los controles de vitamina D son fundamentales en pacientes con EM, así como una dieta sana “pre-agrícola”.

Según la Dra. Wahls, quien logró remitir de su aflicción de EM a través de cambios alimenticios, para confeccionar mielina de buena calidad, necesitamos grandes cantidades de vitaminas B, en particular: vitamina B1, conocida como tiamina; vitamina B6, conocida como piridoxina; vitamina B9, conocida como folato; vitamina B12, conocida como cobalamina. También se necesita ácidos grasos Omega 3 y yodo.

Si no hay nutrientes para los “bloques de construcción”, habrá construcción de estructuras erróneas o deficitarias.

A través de su investigación sobre la esclerosis múltiple, la Dra. Wahls descubrió que además de los síntomas comúnmente conocidos, los cerebros de los pacientes con EM también tienden a atrofiarse. Esto despertó su curiosidad y la llevó a investigar otras enfermedades con problemas cerebrales similares, como la enfermedad de Huntington, Parkinson y Alzheimer.

Un denominador común de estas enfermedades es el mal funcionamiento de las mitocondrias. Las mitocondrias son como pequeñas “baterías” en las células que se encargan del suministro de energía. Ella descubrió que hay tres nutrientes en particular que son esenciales para un funcionamiento mitocondrial adecuado:

  • Grasas omega-3 de origen animal
  • Creatina
  • Coenzima Q10 (CoQ10) o mejor aún, su versión reducida conocida como ubiquinol

Con el simple hecho de añadir estos nutrientes a su alimentación, su deterioro comenzó a disminuir. La dieta de la Dra. Wahls consiste fundamentalmente de lo siguiente: tres tazas de hojas verdes, tres tazas de verduras ricas en azufre, tres tazas de colores brillantes, carne de animales alimentados con pasto, vísceras y algas. Las hojas verdes son ricas en vitaminas B, vitaminas A, C, K, y minerales. La col rizada, rica en azufre, tiene más nutrientes por caloría que ninguna otra planta. Las vitaminas B protegen las células de tu cerebro y las mitocondrias. Las vitaminas A y C ayudan a las células de tu sistema inmune. La vitamina K mantiene vasos sanguíneos y huesos sanos. Y los minerales son cofactores para cientos de diferentes enzimas en el cuerpo.

La Dra. Wahls alteró su alimentación para reflejar una dieta basada en la antigua costumbre de caza y recolección que existió previo a la era agrícola:

  • 3 tazas diarias (equivalente a un plato de comida) de hojas verdes, como la col rizada, que son ricas en vitaminas B, A, C, K y minerales
  • 3 tazas diarias de vegetales ricos en azufre, desde las familias de la col y la cebolla, así como hongos y espárragos
  • 3 tazas diarias de vegetales de colores vivos, frutas o bayas, que son una buena fuente de antioxidantes
  • Pescado silvestre para obtener las grasas omega-3 de origen animal
  • Carne proveniente de animales alimentados con pastura
  • Vísceras para obtener vitaminas, minerales y CoQ10
  • Algas para obtener yodo y selenio

El testimonio de Juan Luis

En noviembre del 2017, tuve el placer de conocer a Juan Luis, un chico de 34 años del sur de España con antecedentes de esclerosis múltiple. En aquel entonces, su resonancia magnética de febrero del 2017 revelaba lesiones desmielinizantes en médula espinal cervical compatibles con esclerosis múltiple.

Juan Luis no era partidario de tomar el acetato de glatiramer, el tratamiento inmunomodulador de la EM, sino que más bien le interesaba saber si podía realizar cambios alimentarios para mejorar su salud.

Después de explicarle el rol de la alimentación industrial de hoy en día en enfermedades crónicas y la importancia de alguno de los suplementos básicos, Juan Luis determinó realizar cambios en su estilo de vida y probar la “vida sin pan”.

Tras cuatro meses no solo había perdido unos 7 kg y tenía menos acné en la piel, sino que el neurólogo le dijo que no podía constatar las lesiones desmielinizantes previas en la resonancia magnética de control. Es decir, su resonancia magnética es ahora normal. En palabras de Juan Luis del 2/3/2018:

Al parecer, los resultados han sido positivos y estoy de lo más contento.

La dieta me ha venido muy bien. Nunca he tenido este físico y me encuentro bien. La verdad es que ahora veo como tengo que alimentar a mi cuerpo para que éste tenga energía.

Las parestesias podría decir han desaparecido.

Que estamos todos contentos con esta última visita al médico, de los resultados, y con ganas de hablar contigo si lo ves conveniente.

Al final tuvimos la oportunidad de hablar y salvo algún dolor de cabeza que el neurólogo no le dio importancia, Juan Luis se sentía y se veía realmente estupendo. Sospechando que estaba bajo de electrolitos, le recomendé que tomara agua con un cuarto de cucharadita de sal no refinada para ver si los dolores de cabeza cedían y que se sacara una analítica con pruebas de función tiroideas, vitamina D3, PCR, ferritina, transferrina, % saturación y electrolitos. Es muy importante tener niveles de vitamina D3 óptimos en enfermedades neurodegenerativas y también lo es el ver cómo está la tiroides cuando se realiza una dieta como la que está haciendo Juan Luis. El resto de los parámetros es para ver si hay inflamación y/o depósitos de hierro altos en el cuerpo. Esto último favorece la oxidación del cuerpo.

¡Espero que muchas más personas como Juan Luis y la Dra. Wahls puedan beneficiarse de este estilo de vida anti-inflamatorio!

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Sobre el autor:

A countryside family medicine doctor and former heart surgeon in service of the Hippocratic Oath.
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